Cuando el niño no quiere comer

Las madres observan con inquietud la delgadez del niño, aun cuando no presenta otros síntomas que puedan indicar algún malestar. A veces el niño tiene buen peso y la madre quiere que demuestre su buena salud, comiendo los «suculentos platos» que a él no le gustan.

Perdió el apetito

Seguramente muchas madres no lo creen. Los niños están delgados porque han perdido el apetito a causa de la insistencia de sus padres en hacerlos comer. Otros también se vuelven inapetentes por motivos nerviosos. El niño que tiene miedo del «coco», de la muerte, del monstruo del closet o de ser abandonado por su madre, puede perder al apetito.

Por su parte, la niña celosa de sus hermanitos mayores, consume todas sus energías en tratar de superarlos y a la hora de comer puede estar nerviosa. Si el niño esta delgado no es apropiado engordarle aumentando sus raciones. Es preciso que le reconozca el médico para asegurarse de que no tiene ninguna enfermedad, sobre todo si se trata de un adelgazamiento rápido.

Si la causa de la falta de apetito es de tipo psicológico se puede eliminar con la ayuda de un terapeuta. Y si no parece existir razón alguna que explique esa falta de apetito, si el niño ha sido siempre delgado y aumenta de peso cada año de modo satisfactorio, déjalo comer a su gusto. Su naturaleza es así y nada ni nadie podrá cambiarla.

Existe pequeños que comen bien y están delgados porque son nerviosos o muy activos. Se les puede ayudar de dos manera: in-tentando averiguar el motivo de su ansiedad para suprimirlo o haciéndole que repose más. De todas formas, no olvide que cada niño es un ser diferente.

Causas de la falta de apetito

Muchas madres insisten con exceso para que sus hijos coman. Por ello deben tomar en cuenta una serie de variables propias de esta situación. Algunos niños, al nacer, son muy voraces, conservando el mismo apetito incluso cuando están enfermos o tristes. Otros tienen un apetito normal que disminuye al estar enfermos o sentirse inquietos. Los primeros parecen hechos para convertirse en corpulentos, los segundos para estar siempre delgados.

Pero todos nacen con apetito suficiente para conservar la salud y aumentar de peso normalmente. El niño tiene un instinto que le induce a resistirse cuando se le obliga a la fuerza a comer o cuando se le impone cosas que le han hecho daño. Durante los primeros meses el niño empieza a enfrentarse cuando la madre le obliga a apurar todos lo biberones, actitud que afirmará cuando de pronto empiece a darle alimentos sólidos, sin acostumbrarse a ello poco a poco.

En estos casos, juega un papel muy importante la insistencia y la ansiedad de la madre para buscar que el pequeño se alimente. A tal punto que si puede dejarlo comer por sus propios medios (entre los 12 y 18 meses) ella no le permite. Le limita esa independencia vital.
Si tu eres de esas madres que obliga a su hijo contra su voluntad, imagínate que alguien te vigila mientras comes.

Haz comido poca cantidad, pero estás satisfecha y das por terminada la comida. Resulta que tu inquieto vigilante te obliga a engullir más, anunciando que no puedes levantarte sin antes haber terminado la comida. Intentarás comer más, pero es muy probable que sientas náuseas. Pues, igual le ocurre a los bebés.

Cómo suscitar el deseo de comer

Debes evitar los comentarios ofensivos respecto a su inapetencia, es decir, las amenazas o los estímulos fuera de lugar. Tampoco debes manifestarle satisfacción cuando haya comido una cantidad superior a la corriente, ni mostrar desagrado si come poco. Transcurrido algún tiempo, ya no pensará en su estado y se habrá efectuado el primer progreso.

Cuando el niño no sienta la menor coacción, empezará a tener mayores deseos de comer. Una técnica utilizada por algunas madres es colocar el plato de comida ante el niño y, sin decir nada lo retirará después de la media hora, haya comido o no. También es aconsejable no dar de comer al niño entre horas, procedimiento muy eficaz si se aplica de modo adecuado, es decir con calma y amabilidad.

Hay madres demasiado nerviosas que aplican este consejo a su manera. Colocan de modo brusco el plato ante el niño y le prometen retirarlo y si después de media hora no han terminado, afirmando que no le darán otra cosa hasta la comida siguiente. El niño testarudo al que se le provoca de esta manera acaba por imponer su deseo. También puedes darle sus alimentos preferidos y hasta que recupere el apetito normal.

Cuando le provoque, deberá permitírsele el mismo alimento hasta cuatro veces, siempre que posea las suficiente capacidad alimenticia y no se le obligue a ingerir lo que no le desagrade.

No lo sobornes

Evita prometerle al niño alguna cosa sólo para que coma. No debe decidirle al niño que le dará postre, chocolate o cualquier otra recompensa. Esta modalidad de soborno parece a veces eficaz, pero a la larga no hace más que disminuir el apetito del niño. Por otra parte, los padres se ven obligados a prometer cada vez cosas más interesantes para lograr escasos resultados y llegan a fingir para que el niño tome cinco o seis cucharadas.